CÓMO
Cómo traducir en palabras esta realidad que es una, y a la vez múltiple. Este que es nuestro objetivo común, y que es a la vez lo común de nuestros objetivos. Esta, en suma, que es la verdad que son nuestras verdades que debemos realizar.
Cómo traducirla en palabras que a la vez que sencillas, sean lo suficientemente completas. Que puedan ser trasmitidas y que trasmitan. Que no se corrompan y que no corrompan ese significado que le asignamos para transportar. Que siendo claras no sean tan transparentes que no existan. Que siendo espesas no sean densas. Y que siendo, no envejezcan. Y que al fin, en los otros oídos, vuelvan los otros ojos sobre esta realidad que siendo múltiple es una. Sobre esos objetivos para que se vuelvan en común. En suma, que se realice la verdad; y que ésta nos supere de tal forma que ya no solo sea nuestra, sin dejar de pertenecernos. Y que se pueda traducir en esas sencillas, transparentes y consistentes palabras que hoy balbuceamos en un saludo: hasta la victoria siempre...
Y el “cómo”, que se repite y se extiende, está fecundado por esta esperanza que es la búsqueda que no se abandona. Y entre la interrogación que angustia y la búsqueda que nos mueve, la respuesta se va gestando; va creciendo y contestándose con nuevas preguntas que ya no nos pertenecen, sin dejar de ser nuestras. Que a veces nos encierran; y que a veces son abiertas a nuevas verdades, que traducen en sencillas palabras esta realidad, que definitivamente, con nuestro trabajo, nos avisa que la victoria será, y es, nuestra.
Leopoldo Mario Piazza
Buenos Aires, 13 de Enero de 1984 (13-01-84)
martes, 29 de enero de 2008
METÁFORA CIUDADANA
METÁFORA CIUDADANA
La tormenta azotaba el viejo pueblo ya hacía largo tiempo. Como impulsado por el viento me dirigía rápidamente a él.
Creo que más por casualidad que por decisión propia llegué a las puertas de la residencia.Ya había estado allí en otra oportunidad, me dije, en tanto trataba de guarecerme de la ventisca.
El viento fue amainando y el paisaje se aquietaba. Había perdido contacto con muchos amigos durante el chubasco, y traté de orientarme en donde estaba.
Finalmente cesó la lluvia y un tímido rayo de sol iluminó la vieja casona. Su imagen se espejo en millones de gotas esparcidas por el pavimento.
Aquí se veía la ventana izquierda del piso superior. Allí parte de la veleta. Acullá la esquina derecha de la puerta principal. Ninguna de ellas, desde donde me encontraba, devolvía una imagen completa de lo que se hallaba a mis espaldas. Ni tan siquiera era posible unirlas todas para recrear una. Sin embargo, al detenerme en cualquiera de ellas, y si variaba mi perspectiva, no sin esfuerzo, lograba divisar gran parte.
Algunas lentamente, de prisa otras, escurrían según el declive. Hacia allí, hacia allá uniéndose a éste o a aquel charco. Y la casona reía de las formas que de sí divisaba en ellas.
De pronto, por la solitaria calle, cruzó un auto removiéndolo todo. Miles saltaban, parecía de alegría, cambiando su posición. Por un momento todo cambió, y nuevamente la inercia del declive llevó a que gotas y charcos retomaran un ritmo ritual.
Yo esperaba que todo se aquietase, limitado en mi movimiento, y con ansias de ver el paisaje que entonces se reflejaría. Sin embargo una leve brisa imprimió nueva dinámica a la escena, frustrando mi esperanza.
“ Será posible que no pueda ver la casona de una y entera?”, me dije.
Poco a poco fui renunciando a la completud, y acepté que la imagen fuera múltiple. Con mis pocos giros variaba la perspectiva y, reteniendo la imagen anterior, con la siguiente armaba parte de aquel rompecabezas.
Me detuve en mis cabildeos, interrogándome: “yo , quien soy para pretender verla entera?”.
El declive era más pronunciado y me aproximé a aquel charco, nunca llegué. Recuerdo una última semblanza de la puerta principal. Luego el calor aumentó, me sentí más liviano. Me vi rodeado de un débil vapor que subía conmigo.
Desde arriba, girando con la brisa, alcancé a ver, por última vez el paisaje y, desde allí, la casona. Y entonces, incorporándome a la nube, supe que también era gota.
Leopoldo Mario Piazza
Mar del Plata, 7 de Diciembre de 2001.
La tormenta azotaba el viejo pueblo ya hacía largo tiempo. Como impulsado por el viento me dirigía rápidamente a él.
Creo que más por casualidad que por decisión propia llegué a las puertas de la residencia.Ya había estado allí en otra oportunidad, me dije, en tanto trataba de guarecerme de la ventisca.
El viento fue amainando y el paisaje se aquietaba. Había perdido contacto con muchos amigos durante el chubasco, y traté de orientarme en donde estaba.
Finalmente cesó la lluvia y un tímido rayo de sol iluminó la vieja casona. Su imagen se espejo en millones de gotas esparcidas por el pavimento.
Aquí se veía la ventana izquierda del piso superior. Allí parte de la veleta. Acullá la esquina derecha de la puerta principal. Ninguna de ellas, desde donde me encontraba, devolvía una imagen completa de lo que se hallaba a mis espaldas. Ni tan siquiera era posible unirlas todas para recrear una. Sin embargo, al detenerme en cualquiera de ellas, y si variaba mi perspectiva, no sin esfuerzo, lograba divisar gran parte.
Algunas lentamente, de prisa otras, escurrían según el declive. Hacia allí, hacia allá uniéndose a éste o a aquel charco. Y la casona reía de las formas que de sí divisaba en ellas.
De pronto, por la solitaria calle, cruzó un auto removiéndolo todo. Miles saltaban, parecía de alegría, cambiando su posición. Por un momento todo cambió, y nuevamente la inercia del declive llevó a que gotas y charcos retomaran un ritmo ritual.
Yo esperaba que todo se aquietase, limitado en mi movimiento, y con ansias de ver el paisaje que entonces se reflejaría. Sin embargo una leve brisa imprimió nueva dinámica a la escena, frustrando mi esperanza.
“ Será posible que no pueda ver la casona de una y entera?”, me dije.
Poco a poco fui renunciando a la completud, y acepté que la imagen fuera múltiple. Con mis pocos giros variaba la perspectiva y, reteniendo la imagen anterior, con la siguiente armaba parte de aquel rompecabezas.
Me detuve en mis cabildeos, interrogándome: “yo , quien soy para pretender verla entera?”.
El declive era más pronunciado y me aproximé a aquel charco, nunca llegué. Recuerdo una última semblanza de la puerta principal. Luego el calor aumentó, me sentí más liviano. Me vi rodeado de un débil vapor que subía conmigo.
Desde arriba, girando con la brisa, alcancé a ver, por última vez el paisaje y, desde allí, la casona. Y entonces, incorporándome a la nube, supe que también era gota.
Leopoldo Mario Piazza
Mar del Plata, 7 de Diciembre de 2001.
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