METÁFORA CIUDADANA
La tormenta azotaba el viejo pueblo ya hacía largo tiempo. Como impulsado por el viento me dirigía rápidamente a él.
Creo que más por casualidad que por decisión propia llegué a las puertas de la residencia.Ya había estado allí en otra oportunidad, me dije, en tanto trataba de guarecerme de la ventisca.
El viento fue amainando y el paisaje se aquietaba. Había perdido contacto con muchos amigos durante el chubasco, y traté de orientarme en donde estaba.
Finalmente cesó la lluvia y un tímido rayo de sol iluminó la vieja casona. Su imagen se espejo en millones de gotas esparcidas por el pavimento.
Aquí se veía la ventana izquierda del piso superior. Allí parte de la veleta. Acullá la esquina derecha de la puerta principal. Ninguna de ellas, desde donde me encontraba, devolvía una imagen completa de lo que se hallaba a mis espaldas. Ni tan siquiera era posible unirlas todas para recrear una. Sin embargo, al detenerme en cualquiera de ellas, y si variaba mi perspectiva, no sin esfuerzo, lograba divisar gran parte.
Algunas lentamente, de prisa otras, escurrían según el declive. Hacia allí, hacia allá uniéndose a éste o a aquel charco. Y la casona reía de las formas que de sí divisaba en ellas.
De pronto, por la solitaria calle, cruzó un auto removiéndolo todo. Miles saltaban, parecía de alegría, cambiando su posición. Por un momento todo cambió, y nuevamente la inercia del declive llevó a que gotas y charcos retomaran un ritmo ritual.
Yo esperaba que todo se aquietase, limitado en mi movimiento, y con ansias de ver el paisaje que entonces se reflejaría. Sin embargo una leve brisa imprimió nueva dinámica a la escena, frustrando mi esperanza.
“ Será posible que no pueda ver la casona de una y entera?”, me dije.
Poco a poco fui renunciando a la completud, y acepté que la imagen fuera múltiple. Con mis pocos giros variaba la perspectiva y, reteniendo la imagen anterior, con la siguiente armaba parte de aquel rompecabezas.
Me detuve en mis cabildeos, interrogándome: “yo , quien soy para pretender verla entera?”.
El declive era más pronunciado y me aproximé a aquel charco, nunca llegué. Recuerdo una última semblanza de la puerta principal. Luego el calor aumentó, me sentí más liviano. Me vi rodeado de un débil vapor que subía conmigo.
Desde arriba, girando con la brisa, alcancé a ver, por última vez el paisaje y, desde allí, la casona. Y entonces, incorporándome a la nube, supe que también era gota.
Leopoldo Mario Piazza
Mar del Plata, 7 de Diciembre de 2001.
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